Por Arturo Reyes Isidoro

11 de septiembre del 2025. Xalapa, Ver.- De joven, en mis inicios como reportero en Xalapa, varias veces le pregunté al entonces Procurador General de Justicia del Estado, Pericles Namorado Urrutia, si estaba de acuerdo en que un periodista debía ver como amigos a los funcionarios y tratarlos con alguna consideración. Su respuesta siempre fue: sí.

Creía yo entonces –y sigo creyendo– que nuestro papel como periodistas era informar con apego a la verdad, así no se coincidiera con lo que dijera el funcionario, por muy conocido o amigo que fuera; que no debía comprometerse la línea ética, en un afán del interés colectivo, por un interés personal.

El maestro Pericles, Dios lo tenga en su gloria, no obstante la diferencia de edades, de niveles y de conocimientos, me daba, él a mí sí, un trato preferente al grado que no solo llegó a otorgarme derecho de picaporte en su oficina, sino que casi me llegó a adoptar como un hijo cuando, urgido como andaba yo sin dinero para comer, le pedía dinero prestado con el ofrecimiento de que cuando me pagaran en mi periódico se lo devolvería (cuando llegué al Diario de Xalapa pasaron seis meses para que me pagaran mi primer sueldo). Cuando vio que cumplí mi palabra le gustó, me recibió el dinero y nunca intentó regalármelo. Sin duda, me estaba marcando una línea ética a seguir: no comprometer mi criterio.

De aquello tiene casi 50 años, ha pasado el tiempo y siempre vuelvo a mi inquietud. Me retrotrae haber conocido, en 55 años que llevo en el medio periodístico de Veracruz, a miles de hombres y mujeres a su paso por el poder, con muchos y muchas de las cuales hice amistad, cuidando siempre la distancia para no comprometer el cumplimiento de mi deber periodístico. No es fácil porque los afectos ganan.

Hoy, ya con los años encima, de lo que estoy seguro es que el periodista no deja de ser humano, esto es, que la vida enseña que a veces se cometen errores y que, en el caso de funcionarios, el periodista debe y tiene que señalárselos siempre en su carácter de servidor público, sin dejar de ver frente a otro ser humano, que finalmente es hijo, padre, hermano, cuidando de no hacer víctimas a inocentes.

Cuando Ricardo Ahued concluía su primera presidencia municipal de Xalapa, un jueves publiqué en el semanario Punto y aparte una columna de reconocimiento sobre él. Dije puntualmente por qué lo hacía. No lo había tratado en persona, nunca lo había saludado ni nunca le fui a pedir nada, lo que con los años él platicaba. Pero como reportero lo había seguido durante su administración y vi todos los días el ejemplar comportamiento que tuvo como autoridad. Y lo dije.

El domingo siguiente, a la hora de la comida, me sorprendió una llamada de Miguel Ángel Macías Parra, entonces integrante del Ayuntamiento. Me preguntó si podía tomar una llamada. Le dije que sí y mi gran sorpresa fue que se trataba de Ahued. Me agradeció la columna. Me pidió de favor que no colgara. Entonces me aclaró que el diálogo lo estaba haciendo desde un micrófono abierto y que lo estaban escuchando su familia, los integrantes y funcionarios del ayuntamiento y sus invitados, que estaban en una comida de despedida. Leyó en voz alta toda la columna completa.

Me planteé entonces que seguramente su familia estaba complacida por mi texto, pero también cuánto daño les hubiera causado si me hubiera ensañado con él y contra él, como autoridad y como persona, sin tener elementos. Desde entonces cuido cuando publico de alguien si no tengo información sólida. Recién me acaba de pasar otro caso, cuando hablé sobre el bautizo del nieto del exsecretario de Educación, Zenyazen Escobar García, que tendrá lugar el día 20. Me llegó una fotografía de él con su hija en su rancho de El Barreal, en Córdoba, periodísticamente muy buena, pero me dije que la joven no tenía qué ver con las responsabilidades de su padre, y mejor la guardé.

Ayer leí, no sin lamentarlo, que Silem García Peña, a quien identifican como ministro, vocero y apoderado legal de La Luz del Mundo, fue acusado por un gran jurado de Nueva York por graves delitos, aunque la información la reveló el Departamento de Justicia de Estados Unidos. Lo ligan al líder de esa iglesia, Naasón Joaquín García, detenido en el vecino país. Detuvieron también a su mamá, Eva García de Joaquín, en Los Ángeles.

Silem ha tenido vida pública en Veracruz, concretamente en el ayuntamiento de Xalapa.

Luego de varios años de no vernos, hace poco tuvimos comunicación. Me comentó entonces el delicado estado de salud de su joven esposa, una situación bastante complicada y preocupante. En un tiempo conviví muchas veces con él y otros amigos dedicados a la estrategia política. Ha caído hoy en desgracia. Por quienes lo acusan y lo buscan, su situación es muy comprometedora. Tendrá que responder y mi deseo es que salga lo mejor librado que pueda, pero no puedo olvidar aquellos buenos años que vivimos. Abrazo con toda mi consideración a su esposa, a su familia. Saben dónde encontrarme.

Pero leí también que está vigente el reclamo a exfuncionarios del Gobierno de Javier Duarte por desvío de recursos, uno de ellos a Vicente Benítez González, El chileno (porque Fidel Herrera le pagó la beca para un posgrado en Chile), a quien entre indemnización y sanción le cobran poco más de 11 millones de pesos. Hace años que no lo veo ni hablo con él, aunque sé que me lee.

No somos amigos, nunca lo fuimos. Lo conocí porque cuando Duarte tomó represalias contra mí por mi línea crítica, luego de que despojó de su base a uno de mis hijos que trabajaba en el gobierno como un empleado más, con un ridículo sueldo, lo envió a verme y a quererme “compensar” con un sobre de buen tamaño lleno de dinero, que no acepté, lo que lo sorprendió. Pero sirvió para que a partir de entonces tuviéramos comunicación, diálogo.

Siempre tuve información de que había caído en desgracia porque Duarte lo usó como chivo expiatorio por un dinero decomisado en el aeropuerto de Toluca, cuando él no tenía nada que ver. Duarte no lo defendió ni lo exculpó. No sé sobre la acusación ahora por el desvío de dinero, que, si es responsable, también tiene que responder. Pero en mi trato personal con él supe que es una persona bien preparada en lo académico y que nunca lo animó ningún deseo de represalia contra algún periodista. Paga por culpa de Duarte, no me cabe la menor duda, y aun a la distancia en el tiempo no se atreve a acusarlo, lo que sí hizo, en cambio, Tarek Abdalá Saad, a quien Duarte también encumbró en su momento.

A Vicente, donde quiera que esté o ande, mi mejor recuerdo por aquellos días en que tomamos café y reconfirmamos los avatares que tiene el poder y la cuerda floja en la que se encuentran todos quienes lo ejercen, así como las vueltas de la rueda de la fortuna que también constituye, en la que un día estás arriba y otra, abajo.

Pero el periodista tiene que continuar y hacer su tarea. Ahora sí, como repite Rocío Nahle, cada quien es responsable de sus actos y tiene que asumir las consecuencias.

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